Considerando la dimensión espiritual de la danza, que continúa siendo inexplorada en diversos ámbitos vinculados con el desarrollo de esta práctica artística, encontramos de vital importancia -muy especialmente en estos tiempos- dar a conocer aquellos proyectos y propuestas que promueven los beneficios (para el cuerpo y el alma) de tan bella confluencia: Danza y Espiritualidad. En este sendero, tuvimos el placer de conocer a la bailarina y coreógrafa Romina Núñez, quien nos invitó, hace unos años, a presenciar un encuentro de Danza en el Espíritu en la parroquia Santísima Trinidad de la ciudad de Buenos Aires. Allí pudimos advertir con nitidez, los aspectos más importantes de una hermosa práctica que Romina describe con claridad en esta entrevista. Bailar en alabanza y oración es una experiencia profundamente sanadora que, además de incluir a todas las personas sin distinciones, nos muestra la riqueza significativa de la danza cuando es vivida y comprendida en toda su inmensidad.
AGV: -Considerando tu experiencia como bailarina dentro y fuera de la institución religiosa ¿Cómo describirías el vínculo existente entre la danza y la espiritualidad?
RN: Considero que este vínculo es ancestral. La danza siempre ha sido intermediaria entre lo terrenal y lo espiritual. Danzar es una manera de elevarnos y conectarnos con lo más profundo de nuestro ser. Tal vez, desde una primera impresión, si nos centramos en la preparación física y en la formación de un bailarín, parecería que no tuviera nada que ver con la espiritualidad. Pero una vez que se realizó un recorrido o luego de una larga trayectoria, el intérprete busca, inevitablemente, algo más que sólo habitar la técnica. Cuando empecé a bailar dentro de la iglesia, sabía que lo que danzaba no era para el público, sino que era un momento íntimo entre Dios y yo, y que cada movimiento que realizaba era una alabanza. Y también entendí que, en esta danza íntima, no era necesaria la técnica. Era como decir la oración del Padre Nuestro, pero a través del movimiento.
AGV: ¿Cómo y cuándo nace Danza en el Espíritu?
RN: Cuando tenía 15 años empecé a ir a un grupo de oración carismática en la parroquia Santísima Trinidad, en el barrio de Núñez (Buenos Aires). Algo característico de las oraciones era invocar al Espíritu Santo y dejar que Él guiara la oración. Se podían destacar cantos espontáneos y balanceos de los cuerpos, en donde cada movimiento o palabra cantada era una alabanza y te conectaba con la presencia de Dios. En una de las oraciones, mi cuerpo empezó a moverse, no sólo con balanceos sino también con manos, brazos, giros y traslados en el espacio. Ese momento fue muy especial y liberador para mí. A medida que se repetían estas oraciones, pensé que sería interesante poder formar un ministerio de danza en el espíritu. Sabía que en otras comunidades había danzas espontáneas y empecé a preguntar e investigar quienes vivían lo mismo. El sacerdote Alberto Ibañez Padilla, de la comunidad Convivencias con Dios, me comentó que hacía 10 años que él danzaba en su oración personal y que en su comunidad se daban danzas espontáneas mientras oraban. También me acerqué a la parroquia Santa Catalina, en microcentro, y estuve en contacto con María Bestani, quien fue la fundadora de la Teodanza, un camino espiritual. Esta búsqueda e investigación se dio entre los años 1998 y 2000. Luego, en mi comunidad, Santísima Trinidad, se creó la Escuela Cristocéntrica, en la cual sólo formaban a servidores de música, pero dos años después de su inicio, me convocaron para coordinar el área de Danza en el Espíritu. Esto sucedió entre los años 2011 y 2018 aproximadamente. Posteriormente, en mayo de 2018, se dio el Encuentro Nacional de Jóvenes en Rosario, en donde estuve como sub encargada del área Actos Masivos y tuve la posibilidad de invitar al Ministerio de Danza para que jóvenes de todo el país pudieran experimentar la Danza en el Espíritu.
AGV: ¿Qué aspectos destacarías de esta propuesta?
RN: La danza en el Espíritu es otra manera de alabar a Dios. Es la posibilidad de alabar a Dios con todo tu cuerpo, tu mente, tu alma y tu espíritu, pudiendo disponerse, íntegramente al mover del Espíritu Santo. En el antiguo testamento, el Rey David danzaba en presencia de Dios, 2 Samuel 6,14: “David, vestido con un efod de lino, danzaba con todas sus fuerzas delante de Yave.”
AGV: ¿Cómo describirías la experiencia de los participantes en dichos encuentros?
RN: Los encuentros de Danza en el Espíritu, por lo general, eran muy reveladores y sanadores. El objetivo era vivir la oración a través del cuerpo y del movimiento. Así como la oración es un encuentro íntimo con Dios, así lo era cada encuentro, pero a través de la danza. El movimiento se transformaba en una ofrenda y ese momento dancístico, en una consagración corporal. Luego de cada danza en el Espíritu, hacíamos un compartir de lo vivido. Las personas comentaban que recordaban momentos traumáticos y que mientras danzaban podían entregarlos y perdonar. Era un proceso que llevaba tiempo.
AGV: ¿Qué diferencias remarcarías entre tu experiencia como bailarina dentro y fuera de la iglesia? ¿Creés que sería posible establecer un puente entre ellas? ¿De qué manera?
RN: Tal vez sí, pero más como una experiencia de vida, como algo que va más allá del virtuosismo. En mi vida personal, al ser bailarina, la experiencia de Danza en el Espíritu me sirvió para entender que hay algo más por fuera de la técnica y que toda persona que quiera danzar para Dios puede hacerlo sin experiencia previa.
AGV: ¿Qué entendés por comunicar a través de la danza?
RN: Comunicar a través de la danza es mostrar aquello que no necesita palabras. Es manifestar una idea a través del cuerpo y que el espectador pueda interpretar miles de sentidos y significados. Es la posibilidad de abrir nuevos universos.-
Danza en el Espíritu en el Festival Danza Azul, realizado en la ciudad de Tandil, provincia de Buenos Aires, Argentina. Gentileza de Romina Núñez.